Mi trabajo explora cómo honrar las experiencias sutiles que nos hacen humanos, en un intento de, de algún modo, devolver a nuestras vidas el aspecto sagrado de la existencia.

Los objetos son testimonio de lo humano y de nuestra relación con el entorno y la vida cotidiana. Siento una afinidad especial por la cerámica, utilizada desde tiempos ancestrales, ya que representa la mutabilidad de la materia y el principio creativo de dar forma.

La dimensión material es esencial en mi práctica. Cada pieza es creada principalmente con mis manos y a través del sentido del tacto, la madre de todos los sentidos. Al modelar la arcilla, toco un objeto que aún no existe; del mismo modo que en la pintura, conecto con emociones que se revelan durante el propio acto de creación.

A través de este proceso íntimo de creación e integración personal, se construye un puente entre lo físico y lo espiritual, abriendo un camino hacia una comprensión más profunda de nuestra naturaleza humana. Esta comprensión me ayuda a conectar de forma más auténtica con mi entorno, en la búsqueda de un equilibrio frente a la alienación provocada por vivir en un mundo cada vez más digitalizado, donde la experiencia humana suele reducirse a imágenes y consumo.

Mi trabajo es una invitación a despertar la imaginación en lo cotidiano, a tocar y habitar el mundo desde una perspectiva más primitiva, intuitiva y simbólica, un recordatorio de que experimentamos la vida de forma holística.